Cuando te separás, hacés un duelo. Esto lo sabemos todos. Primero llorás mientras él pone sus cosas en bolsas de coto y se va para no volver. Después lo odiás, después querés que vuelva, después lo volvés a odiar, después lo llamás por teléfono para putearlo, después llorás, después comés pizza, después hablás tres días seguidos de él con tus amigas, después llorás, después empezás terapia, después dejás terapia y arrancás el gimnasio, después tomás vodka tónic, después le mandás un mail para ver cómo está, después llorás y después comprás todo light y empezás a salir con tipos nuevos.
Y ahí, más o menos, termina el duelo y arranca la soltería. Un día salís con uno que al final no te gustaba, otro día salís con otro que te encanta pero no te da bola. En un momento se te enamora uno y no te lo podés sacar de encima y lo terminás bloqueando de todos lados para que no rompa. La semana siguiente te despertás en la casa de un perfecto desconocido, y un par de sábados más adelante te morís de amor por uno que conociste en facebook, lo ves un par de veces y termina todo como el orto.
Mientras tanto, tu vida social crece hasta que sos una especie de pulpo con varios grupos de amigos, una lista de ocho bares con buena barra y doce restós cuya carta conocés de memoria. Tu casa es un quilombo, la heladera está vacía y laburás los domingos para llegar con todo lo que le debés a tus múltiples jefes/clientes porque te la pasás fiesteando las noches de semana. Ni te das cuenta de qué estás haciendo con “tu vida” porque estás muy ocupada… viviendo.
¿Y qué pasa en medio de todo eso? Te ofrecen un laburo copado y de repente tenés los fines de semana libres. De tanta prueba y error te cae un pibe que te gusta en serio y usa cinco especias diferentes para condimentar un arroz. Todo se empieza a "ordenar". Ahí también se acaba la soltería y tenés que hacer un nuevo duelo, pero eso es otra historia.
Tampoco sabés hacia dónde estás yendo, tu carrera profesional no está ni cerca de encaminarse, en tu casa la gata sigue cagando afuera de la cajita, el jean te sigue haciendo muffin de carne y tu viejo te sigue preguntando cuándo lo vas a hacer abuelo; pero entonces te acordás de que tenías este blog y te ponés contenta.
Hola, che.
Holaaaaaa. Menos mal que te acordaste la contraseña!
Alégrome que hayas conseguido nuevo muchacho.
Salutti