Felicidades

12/11/2008
Hasta los siete años me creí la reina del mundo. Ojo, la verdad es que no tenía nada a mi favor. Era redonda como una pelota, no era simpática, no cantaba ni bailaba, ni miraba mucha televisión porque en casa no me dejaban. No era buena en los deportes ni hacía actividades cancheras de fines de los '80 como gimnasia jazz o taller de teatro.


Pero leía mucho, sabía inglés y francés, me llevaban al cine todos los fines de semana y tenía una repisa repleta de peluches y una caja de Legos que era la envidia de mis compañeritas.


Mi abuelo me dejaba ayudarlo en el negocio como si fuera grande y mi tío me contaba cuentos los domingos y me ponía long plays de los Beatles para completar mi formación cultural inicial.


Yo era inocente, confiada y feliz. Hasta la navidad '89.


Todos los mediodías el micro escolar me devolvía a casa en lo que para mí era una fiesta. Primero porque marcaba el fin de la jornada escolar, y segundo porque viajaba con amiguitos y nos movíamos frenéticamente al grito de "chofer, chofer, apure ese motor, que en esta cafetera nomorimodecalor", cantito que me parecía el más astuto del mundo.

Un mediodía de principios de diciembre, la ojiclara, angelical y pecosa Mariana Fisher me dijo, al pasar: "Papá Noel no existe", y siguió tomando su helado comprado en el kiosco de la esquina y
chorreándose los dedos con el derretido jugo coloreado.

Yo me reí con ganas y le contesté que estaba loca, que por supuesto que Papá Noel existía, y yo estaba muy segura porque MI MAMÁ y MI PAPÁ me lo habían dicho. ¡Incluso MI MAMÁ lo había visto una noche dejarme los regalos mientras yo dormía! Puras pavadas, ridículo, sin sentido. Cómo van a inventar una cosa así y ofender al Gran Papá Noel. Pfffft. Me cambié de asiento y seguí viaje enojadísima hasta casa.


Mientras almorzaba, le conté a MI MAMÁ la escandalosa declaración de Mariana.

"Esa tarada de Mariana Fisher me dijo que Papá Noel no existe. ¡Está loca!! ¿Cómo va a decir eso si vos lo viste?"

Mi mamá se puso un poco incómoda y me contestó despacio. "Bueno... ¿y si yo te digo que no existe?.... Papá Noel somos nosotros, papi y yo, que te hacemos regalos porque te queremos, hijita... y blablabla...".

No escuché más. Quería llorar. Mis papás me habían mentido. Mariana Fisher tenía razón. A ella sus papás no le habían mentido, se ve. No se habían reído en su cara.

Me puse colorada de la vergüenza. Me acordé del año anterior, de haber salido a la calle a las 12 a gritar "¡Gracias Papá Noel!!! ¡GRACIAS!" hasta quedarme afónica y buscar el trineo en el cielo, conmovida por tanta bondad de un señor que no me conocía pero que me observaba todo el año para ver si me había portado bien.

¿Y las cartitas? ¿Todas las cartitas en las que le pedía perdón por haberle pegado a un compañerito de colegio, o por haber volcado la jarra de jugo en el sofá del living, o por haberle dicho a mi mamá que había hecho toda la tarea aunque pensaba copiármela de otro al día siguiente? Qué ingenua. Seguro que Mariana Fisher no escribía cartitas, o por lo menos se limitaba a hacer una lista de las cosas que quería, sin contarle secretos a Papá Noel, porque Papá Noel no existe, son los padres. Los padres que te mienten todos los años y te traicionan.

Tragué saliva. "¿Y los Reyes?", pregunté, y cinco segundo después escuché cómo se me rompía el corazón.


Felices fiestas a todos los papás del mundo.

1 comentarios:

  1. emepipas said...:

    Segundo comment que te dejo en entradas añejas, pero no puedo contenerme.
    Cuando iba a primer grado mi mejor amiga llamó a casa y cuando escuchó mi "hola" me dijo todo rapidito "papa noel no existe". Me puse muy colorada, el corazón empezó a latirme rapidísimo y lo primero y único que me salió decirle fue "hija de puta" y le corté. Fue mi primera puteada y me sentí horrible. Ese día perdí la inocencia (y por partida doble).