8/30/2007
Hace varios días que quiero escribir sobre esto y no sé cómo ponerlo de manera que no parezca de una cursilería absoluta y berreta. Pero bueh.

El domingo regalé toda mi ropa de gorda. Ropa de hace años, ropa de hace diecisiete kilos.

Nunca antes, ninguna de las otras veces que bajé de peso habìa regalado nada, "por las dudas"; pero esta vez lo hice, y creo que es un paso importante porque implica que no tengo intenciones de volver a engordar y que estoy convencida de que esta vez sí voy a poder mantenerme.

Sé que la cuestión del peso puede ser superficial, pero para mí marcó un cambio en el modo en que me veo a mí misma. No tanto por los kilos en sí, sino porque por fin hice un esfuerzo y logré resultados.

Además, esto significó en cierta forma despedirme de todas las personas que fui, o mejor dicho recordarlas. A veces vamos sepultando viejas identidades como si ya no tuvieran nada que ver con nosotros. ¡Ilusos!

Había prendas de cuando iba al secundario y me teñía el pelo de rojo y sufría porque nadie me quería, junto con ropa de cuando empecé la facultad y me sentía una adulta que haría grandes cosas. También encontré pantalones gigantescos de cuando comencé a cansarme y deprimirme, e incluso algunas cositas osadas que habré usado en raptos de alta autoestima. Todo irá a otras
familias y a otras mujeres, que podrán fetichizarlas como más les guste.

Me siento orgullosa de estar cumpliendo una meta. Felicítenme. Y regálenme ropa. Y unas empanadas.

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