Llovía muchísimo. Una de esas tormentas con granizo, viento, barro, quilombo. Mi vieja estudiaba medicina en La Plata a fines de los 70 y ese día no había vuelto a Quilmes. Se había hecho de noche y nadie sabía nada de ella.
Tres o cuatro horas después de su horario habitual, finalmente llegó a casa, con la ropa hecha jirones, completamente empapada, con los zapatos rotos y sangre en las rodillas, las manos y la cara. Había corrido el tren, y con la lluvia se había caído al piso de la estación, la gente le había caminado por arriba y no se había podido levantar a tiempo para subir. Después había tenido que esperar al próximo tren que, claro, estaba atrasadísimo.
¿Qué dijo mi abuela ni bien la vio?
"¡Mirá cómo tenés la ropa! ¡Te arruinaste el pantalón!"
Después pretenden que mi familia sea normal.
jajaj. Mi abuela y mi mamá son iguales!!