Con Dios como testigo

11/22/2007
Soy una diosa. Espléndida. Me lavé el pelo con el shampoo bueno. Las zapatillas son a lunares y están limpias; el escote impecable y generoso. El sol acaricia mi curvilínea anatomía, que contoneo con toda la gracia que me es posible.

Cruzo Plaza de Mayo y cosecho comentarios favorables. Hombres de traje y cadetes están encantados por igual.

El mundo es mío.

Piso mal en uno de los escalones de mármol de la catedral y me estrolo contra el piso, desparramando la bolsa con cajas de dvd sobre un señor que vendía palito bombón helado. Que casi muere de un susto.

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