Últimamente estoy pasando mucho tiempo con uno de esos fanáticos empedernidos del fútbol (al estilo de "yo viví el gol a los ingleses... fue el día más feliz de mi vida").
Esto sumado a la lógica alegría que me provoca ver a veintidós hombres sudorosos -dueños de veintidós pares de piernas musculosas-, corriendo desesperados, ha despertado en mi una fiebre mundialista que jamás pensé podría afectarme.
Ahora paso mis días viendo partido tras partido y comentándolo luego con... bueno, todo el mundo, porque no hay nada más importante que el Mundial.
Y pareciera que esto está muy claro, pero sigue habiendo inadaptados que no entienden nada, como mi amiga X, con quien mantuve el siguiente diálogo:
Elen: ¿Con quién viste el partido?
X: No lo ví.
Elen: ¿Qué?! ¿Te pasó algo?!
X: No, me quedé durmiendo, tenía sueño.
Elen (horrorizada): Ah, entonces viste la repetición...
X: No, Elen, no me gusta el fútbol.
Loco, entregate, o por lo menos tené un poco de sentido común. ¿O de qué pensás hablar el día siguiente? En fin...
Comentarios:
- ¿Argentina no piensa marcar a ningún contrario nunca? ¿Pekerman cagón?
- Malísimo el gol tramposo sucio de Japón, bien Australia que lo dio vuelta y les rompió el culo.
- ¿Riquelme sí o Riquelme no?
- ¡Queremos a Messi!
- ¿Palacios estaba borracho?
- Los jugadores negros corren muy muy rápido.
Soy tuya, Pablín.
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