2/10/2006
En exclusiva para Conglamour, esta cronista estuvo en uno de los lugares mas candentes/decadentes del nuevo bajo: El Kilkenny.

Con un dj cada vez más bajo (Pasa todos los temas de un disco y después cambia de disco), y una concentración de gente over 30 hambrienta de sexo cada vez más alta, este lugar es parte del circuito obligado del after office porteño.

Acá es como si en La Chocolatta pasaran música y apagaran las luces y sacaran la deco horrible. Es decir, nada que ver con la Chocolatta, pero acá también la gente muere por un cacho de carne.

Las chicas están con sus outfits de oficina pero engatecidas, pintadas, sacando trompita, y mucho más proclives a la conversación que los fines de semana, o que cuando estaban en sus veintes, mejor dicho. Los tipos están todos de traje pero más decontracté. Unas y otros se miran, se huelen, se seducen apoyándose con la excusa de la multitud. Todos toman esa inmunda Warsteiner de happy hour (2x8 hasta las 22).

Obvio, a mí me tocó hablar con el más feo (bueno, es que era el único asiento libre, y si tenés concha para ellos ya está, te quieren levantar). Era uno peladito, con barbita, bajito, con una nariz como la de Pippin, el Hobbit de Lord of the Rings. Y aburrido. Tan aburrido era, que después de hacerme un comentario imbécil sobre "quién va a pagar el telo", y haberme dicho "no me sonrías más porque te parto la boca" y no haber tenido eco en lo más mínimo, se desarrolló esta conversación:


- Me das un beso?
- Para qué, si no me vas a coger
- ¿Cómo sabés que no te voy a coger?
- Creeme, lo sé



En fin. Sigamos con la fauna. Mi amiga que es vivísima se había quedado con el único lindo; y después estaba X...

X tiene 35 años y es soltera. Depresiva. Mañera. Soberbia. Caprichosa. Pacata. Está convencida de que todos los hombres que caminan esta Tierra están calientes con ella, y actúa, en consecuencia, histeriqueándolos a todos.

X había visto un pelado narigón y había flasheado. Pero no iba a ir a hablarle, válgame Dios. El pelado se hacía el loquito pero tampoco le hablaba. Así pasó mucho tiempo, y yo, harta del idiota sentado al lado mío me dediqué a observarlos y a decirle a X que vaya y le hable de una puta vez. Finalmente hablaron. El body language de ella ardía, pero no sé si se fueron a coger. Creo que él la acompañó a la parada, pero ella nunca cogería con alguien que recién conoce.

El pelado era psicólogo, y cuando vinieron a despedirse le dije "¿La vas a llamar a X?" "No", me contestó. "Pero te llamo a vos". Son todos iguales.

En fin, creo que no estaba tan afiebrada como para salir de cacería a un lugar como ese; pero descubrí que a los tipos si los mirás más de 3 segundos te vienen a hablar, así que es cuestión de afinar la puntería. Igual a mí como que no me da levantar tipos.

Algo curioso: El pibe con el que hablaba mi amiga me dijo que había leído mi blog, pero seguro es mentira.

Ah, otra mortal, estábamos sentados y me vino a hablar uno que creo que era cordobés, que estaba tan terriblemente ebrio que no se le entendía una palabra "bbbrrrrsszozzzbbmmuymmmgggbonittha". Dos horas después estaba tirado en la vereda de Leandro N. Alem, con la camisa abierta y cuatro policías que le ofrecían llamarle un taxi.

Conclusión: La gente no lleva su soltería con dignidad.

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