1/31/2006

Siempre había creido que los espejos en el techo de los telos eran una leyenda urbana hasta que comprobé con horror que son tan reales como cada uno de mis rollos -los de la pizza y los metafóricos.

Una va, cándida, y cuando menos se lo espera, entre objetos de dudoso gusto iluminados por luces tenues (por suerte), nos sorprende nuestra propia imagen.

Así, sin anestesia, nos encontramos con nuesto cuerpo visto desde un ángulo en absoluto favorecedor. Apreciamos defectos nuevos, y comprobamos que hay cosas que no están tan en su lugar, ni somos tan glamorosas después de todo.

Y nos da un poco de vergüenza. "¿Él me ve así? ¿Este espejo engorda? ¿Y si meto panza? ¿Qué hace acá conmigo? Mejor me tapo un poco ¿Quién puede ser sexy con ese reflejo perturbador?."

Después sonreiremos, al acordarnos de un amigo que nos dijo que lo nuestro era la belleza renacentista.

Los espejos en el techo son el invento de alguien sádico, muy sádico.

0 comentarios: