Para los que no conocen Quilmes City, La Chocolatta es un pequeño café céntrico, decorado con canastitos, murales con flores, arte naif. Su target son los grupos de amigas de 30, más que nada gatitos o desesperadas pseudo feministas. Su especialidad, café con tortas, muy de mujeres.
Y ahí estábamos ayer con Jeju, claro, cenando una ensaladita ayer a la noche. En la mesa de atrás de ella, dos amigas. Una, muy gato, de más o menos 35 pirulos. Muy bien mantenida, pelo largo, oscuro, jean clarito y apretado, escote. La otra más o menos 7, 8 años más joven.
La más joven pide pastas. La otra un pollo al verdeo con puré, pero deja el puré. Acá hice yo el primer "parate": Si una mina pide comida y deja la guarnición por "engordante", es porque no sabe disfrutar la vida. Desconfíen siempre, siempre, chicos, porque seguro es puro blabla y mala en la cama.
Seguimos deglutiendo con Jeju. Y aquí pasó lo que ... bueno, toda la gente que va a la Chocolatta quiere que le pase, parece. Se acercó un casi-cuarentón a la mesa del Gatito (que, dicho sea de paso, me hacía acordar muuuuuuucho a la novia de mi viejo). Ella lo besa en el cachete muy felinamente y le susurra al oído "Valeria". A la otra mina la ignoraron sistemáticamente.
Segundo "parate": Es de soreta dejar a tu amiga por un tipo, no importa lo desesperada que estés ni lo bueno que esté el tipo. Yo una vez medio que se lo hice a Jeju y me sentí como el culo después.
La cagada fue que Chatrán se había pedido un panqueque con dulce de leche que se pensaba fagocitar como buena solterona sexualmente frustrada que es; y justo la moza se lo trajo, y entonces Chatrán tuvo que hacerse la linda exclamando: "Uy qué grande!" "Voy a estar a dieta toda la semana!" "Menos mal que pedí coca light!" "No lo voy a poder terminar!", mientras el tipo le hablaba cerca y le miraba las tetas: "te estaba mirando y vos ni bola".
Y el tipo... era bastante pintón, canosito, ojos claros, llavero colgando del cinturón (indicativo de que rozaba los cuarenta), pero 100% material descartable. No lo podía tomar en serio nadie salvo Azrael, que estaba como loca haciéndole caritas y tocándose el pelo, mientras la amiga me miraba embolada.
No sé cómo terminó todo, porque nos fuimos, pero mientras cruzaba la puerta llegué a la conclusión de que es mejor ser una gordita simpática que un gato que levanta tipos en La Chocolatta. Además yo ni loca dejo el puré.
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