El otro día fuimos a comer con mi viejo y mi hermano, por mi cumpleaños. Fue, lejos, la noche más rara de mi vida. Se ve que estamos los tres demasiado depresivos, porque bajamos la guardia, y mi viejo terminó prácticamente confesando que es un alcohólico; yo que estoy enferma de los nervios y que no me soporto ni soporto mi cuerpo y me voy a coser la boca; y mi hermano que está todo el tiempo de mal humor y no sabe por qué. Happy birthday to me.
Por otra parte estoy muy irritable. Tan irritable que... bueno, no iba a decir nada porque los lectores más existencialistas podrían calificarme de superficial -y estarían en lo cierto- me rompió soberanamente las pelotas y me llamó la atención que mis amigas del alma me hayan regalado algo horrible. Algo que no sólo es horrible, sino que es algo que yo jamás usaría. Jamás. Media pila, chicas, media pila.
Qué más.... hmmm nunca deseé tanto en mi vida estar medicada. Pero bueno, para que te mediquen tenés que ir al psiquiatra, y antes prefiero la muerte.
No sé. Nadie me conoce. Supongo que será una falla mía, porque no dejo que nadie me conozca, o también puede ser la gente que es imbécil y te encasilla, o no se toma la molestia.
Sigo odiando a mi compañerita de trabajo. Forra del orto, no te vas a casar nunca, sabelo. Por más jeans apretados y corpiños push-up que uses, la cara de orto, la voz horriblemente chillona, las mañas y la falta de neuronas te juegan en contra.
Sí, me estoy por indisponer.
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