Entra usted al recinto, mira a su alrededor. Unos cuantos pares de ojos se posan en su ya deplorable anatomía. Silencio.
Es hora de que Ud. diga algo, hay que romper el hielo.
En estos casos, recomiendo el ya clásico pero siempre vigente:
- Disculpen el olor a vino, es que vengo de lo de mi tío.
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