1/19/2006
Vea, señora, es que los cacos vienen cada vez más chicos. Estaba yo en yóguin y ojotas yendo a lavar ropa a la casa de mi hermano el Pepo cuando se me acercan dos mocosos de siete, ocho año a lo sumo gritando "¡Dame todo, dame todo!". Yo, imagínese, Elvira, apoyé la bolsa del carrefúr donde tenía las sábana y lo tuallones y le dije "¿Qué?". Los dos saltando como drogados, porque vio que ahora los chicos andan mucho en la droga, me seguían gritando y uno me agarró el cable del dicsman y me dice "Dame todo o te pego un tiro".

Y ahí me avivé, Elvira, de que me quería vender gato por liebre y abajo de la remera no tenía una pistola sino el dedito, porque vió que se hacen los que tienen una pistola pero en realidá no tienen nada. Entonces le dije, ni lerda ni perezosa "A ver... ¿Me lo mostrás?" Y ahí se pusieron como locos y me querían empujar, pero como eran tan chiquititos y yo no tengo cien centímetros de cadera en vano, no me podían voltear mucho, así que se terminaron yendo sin nada.

Qué mala pata, ya no se puede ni andar por la calle en pleno día.

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