10/21/2005
Incomprensible ese amor incondicional de los hombres por el aire acondicionado. Lo sueñan. Lo añoran. Lo desean tan fervientemente que los primeros calorcitos los excitan, anticipando los "timbres" que lucirán sus compañeritas de trabajo, y el aire seco y gélido -plagado de ácaros alojados en los filtros mugrosos- que respirarán hasta abril del año próximo.

Con la excusa de que la camisa de mangas largas les da calor, y "ustedes pueden venirse en pelotas", se apoderan del control remoto del aparato a partir de los primeros deshielos, es decir, oh, mediados de octubre.

Lo cierto es que nos someten a nosotras, pobres, frágiles, tiernas mujeres a temperaturas inhumanamente bajas para esta época del año, cosa que trae aparejado ese choque tan desagradable entre los 15 grados que hay adentro, y los sofocantes 35 que hay afuera, al sol. Pésimo para la salud.

Propongo estancar el termostato en deliciosos 20-22 grados y me pronuncio en contra de ese fascismo masculino que me obliga a traer saquito todos los días. Voto por la democracia meteorológica.

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