2/22/2007

Entré a la verdulería de golpe, como se entra a un lugar cuando se sabe que no se tardará en salir más de uno o dos minutos.

Los tres dirigieron sus ojos hacia mí sorprendidos, como si los hubiera sacado de un trance, y supe que estaba interrumpiendo su ritual.


El boliviano estaba de pie, las dos bolivianas sentadas en sendos cajones de manzanas. Miraban la novela con la solemnidad con que se contempla algo sagrado.

El local sólo estaba iluminado por el tenue brillo del televisor añoso, auxiliado por una antena de 14,90 del Easy..

Compré mi albahaca, que me cobraron DOS PESOS, y me alejé, no pensando en la escena que acababa de presenciar, sino en lo exorbitante del precio.

Porque en serio ¡DOS PESOS por una albahaca! ¡Estamos en provincia, a quién se le ocurre!

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